jueves, 18 de abril de 2013

La analogía del trovador y el juglar: Fito Páez


UN ROSARINO EN BUENOS AIRES

Nos regresamos a la Argentina, pueblo de grandes juglares y trovadores de nuestra América Latina; particularmente a Rosario, tierra del Che Guevara y su prédica revolucionaria.

En esta ciudad, 35 años después de nacido Ernesto Guevara, aterrizaría uno de los genios musicales de la bandera celeste y blanca, que no es trovador en las formas pero sí en fondo cuando se sienta frente a su piano para contarnos historias envueltas en  canciones, ya por más de tres décadas y más de veinte discos.

Es en el contexto de la denominada movida rosarina, movimiento de rock underground, donde Páez se integra a la banda de Juan Carlos Baglietto como tecladista junto con su amigo Rubén Goldin. Con Baglietto, además de arreglista colabora con varios temas en las producciones “Tiempos difíciles” y “Actuar para vivir”. El disco Tiempos difíciles “…fue presentado durante la guerra de Las Malvinas en el Estadio Obras Sanitarias el 14 de mayo de 1982, en un recital histórico que se considera como el momento fundador de la llamada Trova rosarina.

“La Trova rosarina es el nombre con que se identifica a una generación de músicos de la ciudad de Rosario en Argentina, surgido a comienzos de la década de 1980. El movimiento se caracterizó una variedad de propuestas innovadoras para la música popular, con raíces en el rock, el tango y el folklore.”

En 1983 se incorpora a la banda de Charly García para la gira del disco “Clics modernos” y en 1984 participa en la grabación de “Piano Bar”. Es cuando conoce a su primera pareja sentimental, Fabiana Cantilo, corista de la banda. Este año también marca su carrera como solista con un contrato firmado con EMI y la aparición de su primer álbum llamado “Del 63”

Hay tres temas que me gustaría comentar de este primer disco en los que encuentro una constante que está enraizada en la visión que Fito tiene de la música y a mi juicio, lo hace un Trovador rockaroleando.

En “Rojo como un corazón”  nos dice en una de sus líneas  “no es cuestión de acordes ni de ritmos” y agrego, sino del proceso de creación, del matrimonio y compromiso  del artista con la estética musical e lirica que busca el punto de encuentro en la ecuación música público. En “Canción sobre canción” nos habla de la letra, el pentagrama, la inspiración y los sonidos de los instrumentos en ejecución junto con la voz… idilio, vida del cantautor que trabaja para su público. La recompensa con el tiempo es el reconocimiento masivo sin que el artista haya sacrificado convicciones ante las exigencias del mercado. Por último, “La rumba del Piano” es un reconocimiento a esa pareja, compañero de teclas marfil y ébano con larga cola y voz propia lo mismo llena de energía que de dulce melancolía o nostalgia. No puedo dejar fuera la canción homónima del álbum, una crónica que hace la glosa de los veinte veintiún años que ya han pasado al día de su alumbramiento.


 
En su segunda producción “Giros” hay dos temas que pasan los años y no pierden un segundo de vigencia. Se escuchan tan frescos como hace 28 años: “11 y 6”, una historia probable romántica y universal que así como inicia termina, de lírica sencilla y esperanzadora, llena de la ternura de dos enanos y la fortaleza del Olimpo; una lluvia de imágenes  a cada nota entonada por voz o piano.

“Yo vengo a ofrecer mi corazón” uno de los temas más interpretados, y en ese sentido homenajeado. Ana Belén, Eugenia León, Pablo Milanés, Martirio, Mercedes Sosa se cuentan entre las voces que han dado vida a este tema.

De momento llegamos al final de esta entrega que será la primera de varias más porque hablar de Fito Páez: de su música, su lírica y lo que de trovador hay en su trabajo como cantautor no se agota en estas líneas.

 
 

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