miércoles, 24 de septiembre de 2014




Mi cueva se ha llenado de tu imagen:
almendrada y alegre,
tu bruno acantilado aún inmune
con un marfil cercado por manantiales púrpura.

La tarde no me suelta más sus sombras
por tu andar de luciérnaga
que en cada vuelo toca el corazón
estableciendo un diálogo, hueso de la esperanza.

Llegaste de la nada, como llega el asombro.
Pusiste velas en mi huerto azul
brillando más de noche, mi fiel lapacho albino.

Helios, celoso del fulgor que esparces,
no guía más su carro cerca de los balcones:
se sabe prescindible por tus cauces de cuarzo.



Amarante M Matus

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