Mi familia
y los amigos de adolescencia e infancia por lo regular me llaman “Chalo” con
alguna que otra pequeña variación. Por ejemplo, mi hermana Patita cuando me
quiere decir pendejo así bien sutil suelta su “Ay Chalito”, con un ritmo que se
desliza lentamente de su emisión a mis oídos. Eso es bueno porque cuando llega
a mí se desactiva su dicho y explota mi carcajada con la correspondiente
solicitud de que por favor, por favor, no utilice subterfugios para decirme con
todas sus letras: que a veces soy el pendejo más grande de la familia. Caso contrario
al de mi hermana Mariana que siempre se dirige a mí con su sobrio “Gonzalo”, y
me late mucho porque ese es su sello distintivo.
Los amigos
de la comunidad preparatoriana mayormente me llaman “Gonza” y es lindo porque
hasta conocerles o reencontrarles, nadie me llamaba de esa manera. Mi amiga Clau
por ejemplo me dice “Gon” y solo un amigo de la secundaria —uyy, ya llovió— me había
llamado así, y si la memoria no me falla, su padre le agregaba un matiz muy
peculiar: “Gon de China”; que nunca entendí porque a pesar de tener por el lado
materno la tendencia a los ojos un poco rasgados por los parpados gorditos, los
míos no son precisamente de esa forma —y eso que por aquellos años me
autodefinía como el “Muchacho de los ojos tristes”, ya saben, la canción en voz
de Janette del maestro Perales.
Uno de mis
amores trasatlánticos me llamaba Gonz, de hecho lo sigue haciendo. No pueden
faltar los diminutivos “Chalito” o “Gonzalito” o incluso los accidentados que
mucho no tendrían que ver. Sí, de esas ocasiones en que en vez de omitir letras
conscientemente agregamos involuntariamente una que no está pero se entromete: “Chalío”.
En fin,
todo este rollo mareador porque nuestro compañero Ovidio hoy se dirigió a mí
como “Gonzalillo” y me acordé de Topogigio, uno de mis apodos de niño porque
era muy orejón en ese entonces y usualmente yo lo leo como “Topollillo”. Me gustó
la expresión, porque denota el cariño que nace a partir de la solidaridad entre nosotros por la afinidad en las letras…
y ya instalados en el divague ¿Cuántas
formas tiene el afecto, el cariño de expresarse? ¿De cuántas maneras se
manifiesta a través de nuestros nombres o apodos, motes? Así de variadas y
ricas son las formas, y desde luego, las personas.
Gracias
por el cariño y si te apetece (me estoy iberizando), a ti cómo te llaman
amigos, familia, compañeros y anexas.
Buena
tarde.